(La bebedora de absenta- Picasso)
El verde liquido caía suave por la garganta a la par que los efluvios subían por las dendritas centrales del cerebro, hasta crear una alucinación que la introducía en el mundo de la mente y de los viajes oníricos.
Cada tarde se sentaba en aquella mesita en la calle frente al parque, donde las hojas cobraban vida danzando a pares el ritual del viento, donde el canto de los pajaros entonaban melodías con arpegios sostenidos y rápidas garrapateas, donde el agua de las fuentes sonaban como violines y las voces que se escuchaban eran de tenores y barítonos cantores.
Ella bajaba cada día a entregarse al placer de la bebida, el ajenjo era su única razón de ser y la única que le daba expectativas ante la soledad y la amargura que sentía de verse sola en la vida.
El verde liquido caía suave por la garganta a la par que los efluvios subían por las dendritas centrales del cerebro, hasta crear una alucinación que la introducía en el mundo de la mente y de los viajes oníricos.
Cada tarde se sentaba en aquella mesita en la calle frente al parque, donde las hojas cobraban vida danzando a pares el ritual del viento, donde el canto de los pajaros entonaban melodías con arpegios sostenidos y rápidas garrapateas, donde el agua de las fuentes sonaban como violines y las voces que se escuchaban eran de tenores y barítonos cantores.
Ella bajaba cada día a entregarse al placer de la bebida, el ajenjo era su única razón de ser y la única que le daba expectativas ante la soledad y la amargura que sentía de verse sola en la vida.