Todos hablaban de sus sueños, mientras permanecia callada, no tenia sueños que contar, nada que explicar, sin embargo tenia esa intuición para interpretar los sueños de los demás.
Incapaz de recordar mis propios sueños, me veía acosada a las preguntas de los demás, era como si mi palabra fuera la certera.
Aquel día mientras escuchaba sentada alrededor de la mesa el sueño de Irina, un temor se apoderó de mi, mis manos temblaban, mi corazón se aceleraba, sentía el temor de saberme en breves momentos interrogada, no quería expresar lo que su sueño me hacia sentir, un gélido frió recorría mi frente perlada de sudor. Ella hablaba de un cielo oscuro y gris plomizo, de un estruendo que le había sumergido en un pozo negro...
Ante su mirada permanecí muda, impasible ante la interrogación que expresaban sus ojos.
Me levante y salí fuera, el cielo se había tornado de un gris marengo, las nubes venían cargadas y amenazaban tormenta, de pronto cayó un chaparrón terrible, todos abandonaron la mesa,corriendo para alcanzar sus coches, casi sin despedirse de mi, arrancaron los motores y salieron rápido hacia la rotonda que los adentraba en la carretera.
Con los ojos cerrados me volví hacia la puerta de la casa, mientras rodaban lágrimas por mi rostro, un fuerte impacto rompió el silencio. Un trailer arrastró más de 500 metros el coche de Irina, me acerqué al teléfono para llamar a Urgencias, a la policía, mientras susurraba un descanse en paz amiga mía.
Me puse las botas de agua y el chubasquero acudiendo pronta al lugar del accidente, nadie habría podido evitar el fatal desenlace, ni siquiera había podido impedir que cogiera el vehículo, esa tarde noche alguien debía morir e Irina fue la elegida.